6 jul 2012

Embriagados

* UNA NOCHE DE COPAS
Ayer noche tomando un vino en el bar de la esquina, entró mi gran amigo Joe Cocker el cual venía sediento a razón de lo después visto. Tras beberse varias cervezas de un solo trago como si ésta fuese a desaparecer de la faz de la tierra, me saludo con un desangelado que tal busqui?. Evidentemente percatado de su estado anímico le incité a que me dijera si tenía algún problema. El me miró fijamente y me asintió con la cabeza. Después de otra tanda de cervezas, y un silencio abrumador sentenció: mis problemas sentimentales con las mujeres desde mi último revolcón con Janis, (Joplin pregunté yo) busqui, ya sabes que soy un caballero contestó el, y mi actual incapacidad con las mismas se lo debo a esas malditas mascotas llamadas perros. perros?, sí busqui si, sobre mí pesa una maldición inverosímil y que no ha habido bruja capaz de quitarme de encima por muchas velas y malos pelos que tenga, este castigo divino llamado perro que por mucha fémina que conocí, al llegar a su casa siempre me encontraba con que la muchacha tenía perro. Busqui, bajo mi experiencia te aseguro que no hay animal, bicho o planta capaz de arruinar con más eficacia una noche loca de desenfreno íntimo, como un perro.
Fuese donde fuese y con la chica que fuese, invariablemente, ésta siempre tenía perro. A ver, que yo nunca tuve problema alguno con los perros, eran ellos los que tenían el problema conmigo, que cada vez que ligaba se esforzaban con ahínco en echarme a perder la noche gloriosa de desahogo de bajos que tenía en mente. Siempre veía venir la catástrofe, la olía mejor que cualquiera de ellos. En el portal nos dábamos el lote, en las escaleras, nuestras manos no dejaban de palpar las zonas deseadas. Llegábamos a su planta y ella introducía la llave en la cerradura. Abría la puerta y de repente, ahí estaban esos dichosos ladridos.
Gracias a esta maldición tan peculiar a la me hallaba, hallo y hallaré expuesto, cada encuentro con una nueva fémina que prometía, conllevaba un incierto resultado, porque como ya te dije antes busqui, no falla, todas tienen perro. Esa habilidad mía, de ligar con cierta facilidad entre otras cosas por la fama que me adornaba, y que la fémina tuviese inexplicablemente un perro en su casa, me han hecho tener a lo largo del tiempo un dilatado conocimiento sobre lo que puede ocurrir dependiendo de la raza o tamaño de la mascotita.
Atrapado por su historia y dado que se había soltado a hablar en pleno, le dije: Joe espera, le pedí al camarero, Juan y gran persona, que llenara una ronda y fui a satisfacer mis más puros instintos de vaciar un poco. Sacudiéndomela estaba, cuando empecé a escuchar a lo lejos discusiones en un tono algo elevado. Salí del baño y me encóntré a Joe y a Juan en un acalorado encuentro a voz limpia. Era lógico ya que Juan le recriminaba el haberle pegado una patada a Michu, el perro de Juan que volvía de sus andanzas callejeras. Medié por Joe y entre susurros le pedí a Juan que no lo echará del bar, aprovechando un poco el sacar del anonimato a Joe. Por eso y solo por eso, ya que Juan era ferviente seguidor de sus canciones le perdonó el derecho de admisión. Juan llenó otra ronda y todo quedó ahí. 
Joe un poco embriagado ya, prosiguió con su historia. Mira busqui, si algún día te encuentras que la chica tiene uno de esos perros pequeñajos, caso de Janis, que gran mujer! los típicos blanquitos y con lanas, prepárate, porque nada más entrar no dejará de ladrar de forma insistente y chillona y dar saltitos alrededor de la chavala reclamando la atención de su ama, con lo que la concentración por tu parte será completamente nula. Ya no digamos si al chucho se le ocurre, una vez que conseguís llegar sin mayores percances a la cama, corretear a vuestro alrededor ladrando, saltando como un poseso y mordisqueando allá donde pueda. Por cierto, el perro de este tipo que me tocó sufrir se llamaba Perlita. Para matarla vamos.
Ella te dirá que no pasa nada, pero tu mente, capaz de mover montañas y si hace falta hasta hacerte levitar, en este caso no moverá ni levantará absolutamente nada. 
Otra costumbre de este tipo de perros es lamer, no es que te vaya a lamer el culo, que también puede ocurrir si lo pones a su alcance, pero por norma, es sentarse la dueña en el sofá, cogerlo, levantarlo y hacerle carantoñas, para que el bicho le lama toda la cara, incluida la boca. Sí, esa misma boca que besabas hace un momento y que posiblemente, a pesar de las circunstancias, tengas que volver a hacerlo. y la verdad, a mí eso me daba un poco de asco por muy buena que estuviese Janis. Pero claro, no le vas a decir que se lave la boca antes de continuar con el besuqueo.
Por supuesto, no se te ocurra insultar al chucho, aunque en tu imaginación te veas dándole una patada mandándolo a hacer puñetas por la ventana. Eso es maltrato animal, una cosa fea y penada por ley, sino pregúntale a Juan! El perro te puede morder, pero a tí ni se te ocurra morderlo a él. Además, si actúas de esta manera, despreciando al animal, la dueña del bicho te echará a patadas de su casa, a ser posible por la misma ventana, llamándote de todo y acordándose de parte de tu familia. Aunque en este caso, concretamente en el que estuve a 1mm de salir por la ventana allá por el 69, no sé cual de los dos animales fue el más maltratado el perro o yo.
Total, que si no te han echado de casa, en estos casos acabas con un gatillazo tremendo, sentado en el borde de la cama, con más mala cara que un pavo escuchando una pandereta y mientras, a tu lado, ella jugueteando con el perrito entre las sábanas y hasta igual la escuchas decir: "Ay mi Perlita, ven a jugar con mamá, que Joe no quiere". Si busqui, no te quepa duda, tremendamente humillante.
A mí la verdad es que a medida que hablaba me resultaba más gracioso y una sonrisa se me escapó, entonces Joe me lanzó una mirada sentenciándome de por vida, por lo que entendí que era el momento de pedirle a Juan que llenará una ronda y que no debía de volver a sonreírme pues de un verdadero trauma parece que hablaba Joe. Trás unos tragos y algún que otro chupito de por medio, Joe prosiguió: También recuerdo el día que conocí a Aretha, (Franklin? pregunté yo) busqui, ya sabes que soy un caballero contestó él. La cosa prometía pues la hormonas de Aretha estaban revolucionadas y a mí eso me encantaba. Aretha estaba para reventar y aunque me dijo que tenía perro, lógicamente no me importó pues esto fué allá por el 65 y todavía se me levantaba a pesar de las circunstancias, así que fuí a su casa.
Aretha, tenía un perro de esos de tamaño medio, y cuando ves al protagonista real de este affair y escuchas que lo llama Totó, no te cabe la menor duda de que para elegir nombre ellas son un tanto especiales. Y cuidado, no vaya ser que nada más sentarte, el jodido chucho se te mee en los bajos de tus preciados pantalones, marcando su territorio y dándote a entender que ante él no tienes posibilidad alguna de protesta. Recuerdo que Aretha, cuando lo vió dijo: "Pero bueno, Totó, eso no se hace, malo, malo". Antes te dije que pensaba que prometía, me equivoqué. 
El tal preciado Totó, no sólo hace eso, sino que encima el bicho se lía a mordisquear los pantalones y ella entonces dice la célebre frase de "Totó, no seas malo. No te preocupes, no hace nada".
Todas dicen lo mismo busqui, "no hace nada", pero ese nada tuvo un coste de 80 dolares. 
Entonces cuando llegamos al dormitorio y empezamos a desnudarnos, cuidado, hay que estar atentos a la hora de quitarte los pantalones y los calzoncillos, porque no hay costumbre más arraigada en un perro que oler un culo y la verdad es algo que resulta de lo más incómodo y sobre todo denigrante, y mucho más en la situación en la que me encontraba. Y atento! no vaya a lamértelo, que esa es otra. Figúrate la situación, en la cama ya por fín dale que te pego y el perro que no deja de gruñir en todo momento, y para colmo, mientras cabalgas, ésta, entre gemido y gemido, no para de llamar la atención al chucho, con lo que de nuevo nos encontramos con esa falta de concentración necesaria para cumplir cual macho alfa.
Otra opción que tuve en cuenta, fué pedirle a Aretha que lo dejase fuera del dormitorio para poder ejercer de macho ibérico y demostrarle mi poderío. No sirvió de nada, los arañazos en la puerta y los lloriqueos del animal echaron a perder la demostración del intenso conocimiento en mis labores de alcoba. En fin, aún así, conseguí hacerla gozar, los gemidos de placer de la fémina, hicieron que la bestia ladrara más alto si cabe y embistiera la puerta con más energía pensando que le estaba haciendo daño a su dueña.
llegados a este punto, Aretha hizo parar nuestros instintos para salir y calmar al animal, mientras te podrás imaginar como me quede busqui, pues si, como un tonto de baba esperando su regreso y escuchando como le da explicaciones a un perro de porqué tiene que ser bueno y que a su mami no le pasa nada, que tenía que estar calladito. Busqui, tal escena como te podrás imaginar, no hay quién la aguante y esa fué una de tantas que me encontré al borde de la cama con un gatillazo, inevitable.
Cuando terminó Joe esta anécdota, me sentí en la más imperiosa necesidad de preguntarle por su situación sexual actual, fué un trauma de juventud? o era un trauma de por vida? pero Joe no me dió tiempo a lanzar la pregunta.
Juan, llénanos unos vinos exclamó. Ahora busqui, he de decir que cada vez que intentó algo con cualquier mujer, el recuerdo que no me deja desarrollarme sexualmente, no es otro que mi affair con Yoko, (Ono, pregunte yo), busqui ya sabes que soy un auténtico caballero respondió Joe.
Pues sí busqui, si, Yoko tenía un perro de estos que parecía un caballo allá por el 67, de esos que necesitan una correa más gruesa que las maromas de un barco portacontenedores. Recuerdo que después de tardar unos cuantos meses en conquistarla, entré en la casa y ahí estaba la bestia. Como es lógico, lo primero que hace la chica es saludar al animal, al que increíblemente le puso el nombre de Tontín. Ya te lo dije antes busqui, está claro que las tías se lían un poquito con los nombres que más se adaptan a su tipo de perro. Yoko dirigiéndose a mí, me dice: "No te preocupes Joe, Tontín, no hace nada". 
Imagínate la escena busqui. Llegas a su casa, nos sentamos en el sofá y mientras tomamos una copa, Tontín ni ladra, ni tontea.... pero eso sí, te vigila con cara de pocos amigos. Entonces ella dice que va a ponerse más cómoda, como para darte una sorpresa. Pero la sorpresa la tienes justo delante, pensando en que hacer para que la bestia no te devore. Porque Tontín está delante de tí, ya digo que no ladra ni tontea, pero te mira a los ojos y gruñe por lo bajinis y eso acojona bastante busqui, la verdad.
Después de ese plan, te podrás imaginar quién es el guapo que se levanta del sofá con esa bestia delante mirándote a los ojos y gruñéndote, mostrando su poderosa dentadura al menor movimiento por mi parte. Y mientras, Yoko llamando desde el dormitorio para darme la susodicha sorpresa, esperando para las más lúbricas fantasías y sin parar de repetir: no tengas miedo, Tontín no hace nada. Pero desde el sofá era incapaz de mover un solo músculo. En ese momento lo que estás es completamente acojonado y sudando como un pollo, con la única idea de salir corriendo de la casa a pesar de tener una tía buenísima y posiblemente en pelotas o con lencería fina, esperando tu aparición a tan sólo unos metros de tí. Pero, quién asegura que si te levantas e intentas marcharte, el perro no se te lanzará al cuello?
Y ni que decir tiene cuando llegué al dormitorio como si una reproducción de una escena a cámara lenta se tratase y empezamos con los preliminares aquella diosa y yo. A ver quién se concentraba con semejante bicho gruñéndote en todo momento. Y venga a moverme con lentitud para que el animal no crea que estaba amenazando a su dueña, con lo que tocar un pecho, se convertía en una odisea que podía durar una eternidad. 
Entonces vista las circunstancias, opté por hacerme amigo de la bestia con caricias, palabras suaves y atenciones, aunque eso despistó mucho de acariciar a quién realmente quería acariciar. No obstante Yoko, agradeció bastante que me hiciera amiguito de Tontín, su mejor compañero, pero ojo! pues cuando ya consigo liarme con ella con suficientes garantías, Tontín no hace otra cosa que darme con la patita en el culo para que lo siga acariciando a él en vez de a su dueña. Muy triste.
Fíjate que le quitaba las bragitas a la chica y en pleno frenesí las lancé a lo lejos para que la jodida bestia lo traiga de nuevo, no ladrando, no, sino ya alegremente meneando la cola para que se lo volviese a tirar.
En fin busqui, después de haber echado un polvo a medias y aterrorizado en su mayor parte tal cual el protagonista de una película de terror, Yoko, al ver que me hice amigo de la bestia, me pide que haga el favor de bajarlo a hacer sus necesidades, ya que me vestiría más rápido y así podríamos continuar antes con lo que habíamos dejado a medias. Y en esas me ví busqui, a las cuatro de la mañana al lado de un árbol, en una calle solitaria por la que no pasa ni Dios, iluminado por una triste farola y escuchando a los grillos, que parecen reírse de uno mientras esperas a ver si la puñetera bestia mea de una vez, pensando que se te enfría el ligue o lo que es más seguro, yo mismo, que en ese caso ya, como que no, que esa noche ya no había nada que hacer. 
No obstante armado de esperanza vuelvo al lío, para percatarme que la bestia ya pasa de mí olímpicamente echado justo a nuestro lado, observándonos con mirada perdida aunque estábamos en pleno acto, incluso se durmió cuando más gemidos estábamos vociferando. Y es que no me lo podía creer, por lo que perdí de nuevo el norte pensando que con esta bestia había que sufrir mucho, mucho para darse cuenta que estaba más que acostumbrada a que su dueña llevase ligues ocasionales. Y es que así no hay manera, por lo que me ví de nuevo postergado al borde de la cama con un nuevo gatillazo.
Busquí como verás dejé de tener vida sexual gracias a las dichosas mascotitas.
Después del nuevo relato de Joe, me percaté que estaba bastante embriagado, por lo que pensé dada la hora que era, en llevármelo a casa y dejar que durmiese la mona. No obstante, recapacité por un momento y recordé que también yo tengo perro, Lucky. Claro está que en este caso no había riesgo de gatillazo, pero no quería que a lucky le pasará igual que Michu, perro de Juan. 
Cargé con Joe hasta la pensión más próxima al bar, allí lo dejé durmiendo la mona. Después del desgaste psicológico de los recuerdos, así como de alcohol, no estaba en condiciones ni de dar un solo paso. Sé que en nuestro próximo encuentro, Dios sabe cuando, me lo agradecerá. Sin embargo, espero que cuando por la mañana saliese de la pensión, no haya visto el nombre de ésta, el perro de Flandes.



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